Antes de escribir esta carta, agradezco a todos aquellos que siguieron desde el comienzo la quizá clichada pero preciosa historia de estas dos personas. A los que no, los invito a conocerlos con mayor profundidad en una breve lectura. Gracias.
Buenos Aires, 30 de agosto de 1999
Querido Manuel:
Me duele tomar la pluma para comenzar a escribir. Me duele el alma tanto como la espalda y los huesos. Aquella atlética donna que se sumergía en el Mar del Plata quedó en un pasado lejano. Hoy, no soy más que un postrado costal. Sí.
Tiempo después de responder tu carta, mis dolores se expandieron y aumentaron. Era difícil para mí levantarme de la cama, Manuel. Sentía dolor en los estos brazos que han cargado tanto a Julián y se estremecían estas piernas que tanto cambalache han bailado. Me veía al espejo y me decía a mi misma: “Ay, mi rostro. San Expedito, ayudame”.
Me costó eh, pero al final fui a lo de la doctora Travishky. Me animé a ir sola. Va, intenté. No pude hacer ni dos cuadras hasta llegar a la parada del 298 que terminé desplomada en el suelo. Por suerte, don Arturo fue muy gentil en ayudarme a levantar y en alcanzarme a lo de la médica. Le tengo que preparar una cacerola de mondongo al buen hombre, siempre tan dedicado.
Volviendo a lo que decía, no puedo evitar escribir con dificultad, pero escribir con detalles, Manuel. Tuve una larga charla con la doctora (blonda de tacones altos, un tanto excedida en rubor) que fueron seguidas por varios estudios que duraron varios días. ¡Qué pesado! Sangre, orina, y otras cosas de las cuales no entiendo.
Fue difícil comprar los remedios fundamentales. Son varios, Manuel. ¿Te preguntás qué es lo que tengo? Bueno, no entendí lo que me quiso decir la mujer. Desearía que alguien con un oído más generoso y un cerebro más audaz haya estado conmigo. Lo que sí comprendí fue que los años me han corroído.
Hay un arco iris de pastillitas en tabletas sobre el mueble del living. Tengo todo bien anotado en un papel en la pared al lado del teléfono. Me cuesta recordar las cosas, ya no estoy como antes, eh. Los lunes a la mañana la roja, a la tarde la azul, a la noche antes de acostarme la verde y media roja, cada quince días esto, cada mes lo otro, ir al médico tal día, y bla bla bla.
Exhausta. Así es cómo estoy. Cansada de preocuparme por mí y, principalmente, por el otro. Siento que es hora de tornar el reloj de arena que tanto me apresura, Manuel, pero no lo haré sin que vos estés conmigo para ayudarme. Te esperaré. Haré mondongo o guiso para tu pronta llegada, para celebrar la victoria con champagne y antibioticos.
Estoy bien, si vos lo estás.
Tuya siempre
Rosa
Buenos Aires, 30 de agosto de 1999
Querido Manuel:
Me duele tomar la pluma para comenzar a escribir. Me duele el alma tanto como la espalda y los huesos. Aquella atlética donna que se sumergía en el Mar del Plata quedó en un pasado lejano. Hoy, no soy más que un postrado costal. Sí.
Tiempo después de responder tu carta, mis dolores se expandieron y aumentaron. Era difícil para mí levantarme de la cama, Manuel. Sentía dolor en los estos brazos que han cargado tanto a Julián y se estremecían estas piernas que tanto cambalache han bailado. Me veía al espejo y me decía a mi misma: “Ay, mi rostro. San Expedito, ayudame”.
Me costó eh, pero al final fui a lo de la doctora Travishky. Me animé a ir sola. Va, intenté. No pude hacer ni dos cuadras hasta llegar a la parada del 298 que terminé desplomada en el suelo. Por suerte, don Arturo fue muy gentil en ayudarme a levantar y en alcanzarme a lo de la médica. Le tengo que preparar una cacerola de mondongo al buen hombre, siempre tan dedicado.
Volviendo a lo que decía, no puedo evitar escribir con dificultad, pero escribir con detalles, Manuel. Tuve una larga charla con la doctora (blonda de tacones altos, un tanto excedida en rubor) que fueron seguidas por varios estudios que duraron varios días. ¡Qué pesado! Sangre, orina, y otras cosas de las cuales no entiendo.
Fue difícil comprar los remedios fundamentales. Son varios, Manuel. ¿Te preguntás qué es lo que tengo? Bueno, no entendí lo que me quiso decir la mujer. Desearía que alguien con un oído más generoso y un cerebro más audaz haya estado conmigo. Lo que sí comprendí fue que los años me han corroído.
Hay un arco iris de pastillitas en tabletas sobre el mueble del living. Tengo todo bien anotado en un papel en la pared al lado del teléfono. Me cuesta recordar las cosas, ya no estoy como antes, eh. Los lunes a la mañana la roja, a la tarde la azul, a la noche antes de acostarme la verde y media roja, cada quince días esto, cada mes lo otro, ir al médico tal día, y bla bla bla.
Exhausta. Así es cómo estoy. Cansada de preocuparme por mí y, principalmente, por el otro. Siento que es hora de tornar el reloj de arena que tanto me apresura, Manuel, pero no lo haré sin que vos estés conmigo para ayudarme. Te esperaré. Haré mondongo o guiso para tu pronta llegada, para celebrar la victoria con champagne y antibioticos.
Estoy bien, si vos lo estás.
Tuya siempre
Rosa
7 comentarios:
Meterse en cartas de otros tiene un sabor entre culpa de intromisión y deleite por escuchar la voz del alma de una persona
cuando escribimos no engañamos... y si lo hacemos hay una parte profunda que se alcanza a ver
escribir para alguien que complementa nuestra vida es demasiado compromiso, riesgo... porque las letras sobreviven a nuestro tiempo y emoción.
Te confieso con admiración que me soprende como escribes (creíblemente) desde la voz de una mujer... eso es algo que yo no puedo hacer, me gana la testosterona y traiciono la delicadeza.
Un abrazo, señor Magnífico
Gracias por los halagos. Hago lo más que puedo para adentrarme en el alma de este personaje tan sensible y aventurado en su propia soledad. Te invito a que continúes leyendo esta historia. Gracias por el comentario. Saludos.
Es la primera vez que te visito y ya me quedo por este espacio. me gusta tu blog y la forma que presentas tus escritos.. Te sigo y te enlazo para poder visitarte con mas frecuencia..
Un abrazo
Con mi saludos fraternos..
Que esta semana sea de las mejores, son mis deseos..
¡Wow! Qué linda carta, Nano :) Bueno, todas son lindas... Me encanta cómo uno puede escucharla a Rosa mientras lee esas líneas... ¡Y no es fácil lograr eso, eh! Pero lográs muy bien delimitar el personaje, caracterizarlo... Y uno zigzaguea entre la realidad y la ficción y empieza a dudar de los límites y a creer y a no estar seguro y eso es maravilloso :)
Gracias, Edd. Siempre tan gentil, amigo mío. Te mando un beso grande.
Es mi primera incursión en tu blog y me ha parecido muy interesante, voy a seguir descubriendo este mundo de epístolas que has creado. Un abrazo
Hola! Veo que tenés bastante interes por la literatura y por escribir. Paso por acá para ofrecerte de participar en un foro que va dirigido a la comunidad literaria, tanto escritores como lectores. Espero que te pases a verlo
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