Como dijo San Agustín de Hipona cuando se le preguntó qué era el tiempo, “Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé. ". Hubo, hace no tanto tiempo, una ocasión en el que el tiempo real se dispersó con el tiempo mental. Prefiero ser breve y conciso, y fundamentalmente claro, pero tomándome mi tiempo.
Recuérdome de pie, esperándola. Pocas veces había puesto tanto empeño en arreglarme que hasta mis medias combinaban con mi remera. El sol abrumaba mi frente y se convertía en un letal enemigo de la prolijidad. Estaba nervioso, muy nervioso. Oscilaba entre el peso de una pierna y otra, sin encontrar el equilibrio, mirando a los autos que pasaban. En frente, aquella casa rosada tan característica parecía ensancharse y bruscamente encogerse. En una rauda vista a mi izquierda, la vi venir. Ahora sí, voy a comenzar a ser minucioso en la descripción.
Se suponía estaba a pocos metros míos, pero su caminata fue apreciada como si se aproximara de hectómetros atrás. Portaba una dulce e impoluta imagen que con mucha sencillez frotó mi pecho. Sus sandalias color alba eran de perfecto encaje con su pantalón, y su blusa se enlazaba con el tinte anaranjado de sus mejillas. No caminaba, sino que se deslizaba en un pavimento dorado de forma sosegada. El viento la rodeaba y jugaba con sus cabellos volátiles que, por cierto, nunca perdían su delicadeza. Sus ojos se entrecerraban con el amanecer de una tenue sonrisa (de encanto, por supuesto, pero que desprendía cántaros de introversión) que irradiaba estrellas mar y dulce. Una mirada ansiosa me bamboleó, en especial en el sugestivo vaivén de sus pestañas danzantes. Me quedé días abrazándola con la mirada, aunque creo fueron meses eternos. Todo ese tiempo estuve de pie, pero cansancio nunca sentí. Sólo me reconfortaba el verla aproximarse, acercarse pero nunca arribar, de forma lenta. Todo ese tiempo, que se colapsó luego de un “Hola” que ella emitió.
Si me preguntan qué sucedió, les puedo decir que el tiempo se licuefizo en mis propias manos, y no pude ser capaz de verlo. Tuve oro y opté por rocas volcánicas, que siguen ardiendo hasta hoy. Me lamento no conocer el porvenir, ni poder asegurarlo o devenirlo. Pero considero que siempre estarán las mismas arenas, esperando a ser transitadas por una nueva pisada y deseosas de yacer en la espuma.
Monsieur Magnifique
5 comentarios:
Buenos días, en la mañana del 2011.
Que sorpresa Mariano. No si es parte de un método pero el escrito me recordó a un autor que disfruto en la relectura, Kundera, es una composición que me ha puesto ha pensar, en forma y en fondo.
¿El tiempo? Que temazo! y eso de "Me quedé días abrazándola con la mirada, aunque creo fueron meses eternos"...musica, parce.
Chau
Gracias por tantas caricias, Balam.
Las puertas del Jardín están abiertas para tu visita en cualquier momento. Saludos agradecidos.
El tiempo y el camino nunca terminan.
Un abrazo y gracias por tu visita.
Preciosa entrada. ¡Cuantas variantes la del tiempo!´, seguro que si se nos pregunta tendríamos tantas respuestas como seres humanos somos.
Y además tan elástico,tan versátil.
Un saludo, Mariano.
Mariano buen día,
El tema del tiempo, vaya...
Difícil comentar y más después de esa introducción tan precisa de San Agustín. Pero creo poder apuntar a que resulta algo tan relativo, no hay absolutos.
Para muestra, esta entrada en la que describes la forma en que el tiempo jugó contigo y luego tú con nosotros al describirlo de manera tan excelsa.
¡Un gran abrazo!
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