lunes, 30 de mayo de 2011

Lucha interior

Si me preguntan cómo me siento, creo que no sería capaz de responder. Si nos interrogan, en cambio, podríamos llegar a alguna clase de arreglo. Así podría hablar, si interrogan, si nos interrogan, a nosotros, un tú plural.
Pareció casi imperceptible cuando sentí esta confluencia que llevo con más dificultad día a día. De la mañana a la noche pasé de tener un cosmos al averno, intentando escapar de las aguas del Leteo matizado con aguas de leche y miel.
Me quedo estático ante el espejo, cuestionándome (o cuestionándonos) acerca del porqué.
La quietud de mi alcoba siempre acompaña los acordes del silencio, pero se destruyen por las ensordecedoras campanadas de mi meditación. Una reflexión que hasta a veces se torna desgarradora ante la bestia que muerde las carnes de la conciencia.
Criatura que el todo lo devora, que se apodera de las paredes del palacio para cual magma fundirlas. Todo se derrite en un espíritu incluso amorfo.
La lucha es diaria, el espejo me incinera y la mente cae en olvido. La bestia, el arcángel, la distinción y la dualidad; constantes permanentes del día a día, del modo de vivir. Un descampado y una encrucijada de maniqueos. Sólo busco decisión y libertad, y perder las cadenas que me impiden ver el brillo. Una luz que siempre he tenido delante, y que me suaviza cuando no me veo al espejo.

Tomé mi maleta, cerré la puerta y continué viaje. Una vecina me preguntó cómo me sentía, pero no respondí.




Monsieur Magnifique

viernes, 13 de mayo de 2011

El mundo se sienta a mi lado, bella. Se apoya sobre mi hombro y respira profundamente.



Conozco cada momento, cada finitud, cada recoveco. El valor del singular se desploma en un cosmos, y nunca has dejado de sostenerme.






viernes, 11 de marzo de 2011

La marea

No tardé en bajar los peldaños al golpe de la puerta. Mucho menos tardé en encorvarme para observar por la perilla. Oscuridad; me intrigué. Abrí, suavemente, dudando acerca de lo que podría suceder del otro lado. Sólo nos separaba una placa de madera, de no mucha mayor altura que la mía; y la vacilación era continental. El golpeteo se acrecentaba, me intrigaba el misterio anverso. Abrí de a poco. Alerté a mis manos cuando sentí al fuerte presión que del otro lado empujaba. “¡Ayuda!”, grité con fulgor. Mis cabellos comenzaban a humedecerse y mis manos trepidar. Era dificultoso. Mis brazos se dilataron a la par de la circulación de mi sangre, continuaba haciendo fuerza. No podía cerrarla, ahora intentando con mi espalda. La desnudez de mis pies se deslizaba en el suelo siempre pulcro. Intenté alertar a los vecinos: “¡Fuego, fuego! ¡Emergencia!”. Nadie reaccionaba, ni dentro ni fuera de los muros de mi casa. El sudor impedía la fricción y me era casi imposible seguir sosteniendo la puerta.
Agoté mis energías, y me lancé en una marea de libros que había despedazado la puerta. Un tsunami de hojas, lomos y tapas que me derribó de un golpe. Nunca había observado tantos libros en mi vida, ni siquiera en las bibliotecas más grandes. Se había inundado la totalidad del salón, llegando los tomos del Lazarillo y los manuales de gramática a mi pecho; mas no dejaban de surgir más. Provenían del exterior. No podía moverme, ni siquiera rotar; estaba atrancado por los acertijos de Christie. Apreciaba el cielo raso cada vez más cerca, hasta que pude palparlo con mis manos. La entrada se había perdido en la marea. Las hojas entraban ahora también por las ventanas, rompiendo los sostenes de las cortinas uno por uno. Otras provenían del baño; pero todas caían del despejado cielo. Era el diluvio tan profesado, que alguna vez fue extrapolado por los mayas anunciando el fin de las civilizaciones de Américas; pero nunca predeciría sería ocasionado por literatura. No podía trasladar los labios para esbozar una mínima frase de ayuda, ni mecer mis extremidades en búsqueda de nuevas posiciones. La sólida marea me dominaba, el techo ahora sobre mi mejilla, la espuma encegueciendo mi visión y el firmamento granizando códices. La gran sala fue ocaparada, y sus paredes perdieron su rosáceo en un tono gótico e imperceptible.

Aquella mañana, el fanático lector fue hallado en su lecho, sin signos de latidos y abrazado a Calixto y Melibea, siendo el rigor mortis el que no los separaría.

Monsieur Magnifique

martes, 8 de marzo de 2011

Suave roce terso

Suave roce terso,
descenso a los confines.
Suave roce terso,
pasajes en tu mirada.
Suave roceterso,
perfume, solidez.
Suave roce terso,
comparto con mi amada.

domingo, 20 de febrero de 2011

Observado

En el fulgor del viaje, leía a Isben mientras luchaba con el vaivén del transporte. Observaba por la ventana. Volvía la vista a las hojas. Nuevamente al paisaje. Cuestionábame si realmente vivía en la res pública o si había alguien reprimiendo mi mente. Así se vive en Argentina, en Latinoamérica, desconociendo el sitio y la vivienda, desconociendo el derecho, desconociendo mi propio pensamiento. Seguí apreciando al noruego.

domingo, 6 de febrero de 2011

Cartas de Rosa y Manuel (VII)

Buenos Aires, 9 de octubre de 1999

Querido Manuel:
Hoy quiero expresarte mis palabras, pero no soy yo quien está escribiendo. Mari, mi encantadora enfermera, me está ayudando. Sí, enfermera. Hace unos días he sido internada porque tuve una descompensación en casa, pero dicen que no es nada. Estoy acá en el Hospital de Clínicas, pronto me darán el alta, pero me siento muy debilitada como para poder tomar la pluma.
Acá todos se portan de maravillan y me cortejan como a una reina. Extraño mi hogar, mis paredes, mis ventanas, la vista al limonero del jardín y, principalmente, te extraño a vos, adoradísimo Manuel. El estar aquí postrada me hace tener tiempo sobrante para meditar, pero tu bienestar es una constante en mi pensamiento. La televisión tiene pocos canales, y no pasan muchas noticias sobre África. Todo aquí es frívolo y me siento sola; bueno, en realidad es un hospital, así son.
Afortunadamente, Julián permanentemente viene a visitarme. Su esposa no tanto, pero eso no me importa a esta altura de mi vida. Me acompaña muchas horas, exceptuando las que trabaja. Creo que ha recapacitado acerca de sus padres. Seguro que cuando vuelvas, viejo, va a venir a casa los domingos a comer. Está tan grande. Incluso se dejó la barba, ese estilo que está de moda (le dije que no me gustaba cómo le quedaba, pero ¿creés que me va a hacer caso?). El otro día me estaba hablando algo acerca de su empresa, no recuerdo específicamente, y yo observaba con aciago su rostro, trasladándome a treinta años atrás, cuando nos divertíamos con las imitaciones que hacía de los personajes del teatro. Era tan chiquito, y ahora el tiempo como un soplo le dio arrugas. No me quiero imaginar lo que habrá hecho conmigo.
La Juanita y la Julia también vinieron, me trajeron montones de cosas ricas para comer pero acá no me dejan. Sí, yo no la dejo (Mari). Así que estoy resistiendo las tentaciones.
Es hora de un medicamento, y voy a abandonar la carta porque la joven en lugar de mejorarme preferirá envenenarme. Te envío mis cariños a través de estas palabras, y mi mejor augurio para el forzoso trabajo que estás realizando. Cada reflexión me recuerda lo orgullosa que estoy de mi marido, y cómo se acrecienta el dolor que siento al pensar en lo mucho que te extraño.

Tuya siempre
Rosa

Para ver las anteriores Cartas de Rosa y Manuel hacer click aquí

Monsieur Magnifique

domingo, 30 de enero de 2011

Ama a tus hijos



Tras el anuncio de su progenitor, ella encaminabase dichosa y anhelante al encuentro del soberano, fuente de codicia. No concebía explicación, sino que estaba obstruida. Habíase propuesto olvidar los recuerdos de su infancia en Áulide, para emprender una vida de gloria junto al magnánimo. Ciega de razones, tanto así que nunca esperaríase el anatema de Artemisa, mucho menos, la traición del propio padre.
Monsieur Magnifique

martes, 11 de enero de 2011

Eterna caminata

Como dijo San Agustín de Hipona cuando se le preguntó qué era el tiempo, “Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé. ". Hubo, hace no tanto tiempo, una ocasión en el que el tiempo real se dispersó con el tiempo mental. Prefiero ser breve y conciso, y fundamentalmente claro, pero tomándome mi tiempo.

Recuérdome de pie, esperándola. Pocas veces había puesto tanto empeño en arreglarme que hasta mis medias combinaban con mi remera. El sol abrumaba mi frente y se convertía en un letal enemigo de la prolijidad. Estaba nervioso, muy nervioso. Oscilaba entre el peso de una pierna y otra, sin encontrar el equilibrio, mirando a los autos que pasaban. En frente, aquella casa rosada tan característica parecía ensancharse y bruscamente encogerse. En una rauda vista a mi izquierda, la vi venir. Ahora sí, voy a comenzar a ser minucioso en la descripción.

Se suponía estaba a pocos metros míos, pero su caminata fue apreciada como si se aproximara de hectómetros atrás. Portaba una dulce e impoluta imagen que con mucha sencillez frotó mi pecho. Sus sandalias color alba eran de perfecto encaje con su pantalón, y su blusa se enlazaba con el tinte anaranjado de sus mejillas. No caminaba, sino que se deslizaba en un pavimento dorado de forma sosegada. El viento la rodeaba y jugaba con sus cabellos volátiles que, por cierto, nunca perdían su delicadeza. Sus ojos se entrecerraban con el amanecer de una tenue sonrisa (de encanto, por supuesto, pero que desprendía cántaros de introversión) que irradiaba estrellas mar y dulce. Una mirada ansiosa me bamboleó, en especial en el sugestivo vaivén de sus pestañas danzantes. Me quedé días abrazándola con la mirada, aunque creo fueron meses eternos. Todo ese tiempo estuve de pie, pero cansancio nunca sentí. Sólo me reconfortaba el verla aproximarse, acercarse pero nunca arribar, de forma lenta. Todo ese tiempo, que se colapsó luego de un “Hola” que ella emitió.

Si me preguntan qué sucedió, les puedo decir que el tiempo se licuefizo en mis propias manos, y no pude ser capaz de verlo. Tuve oro y opté por rocas volcánicas, que siguen ardiendo hasta hoy. Me lamento no conocer el porvenir, ni poder asegurarlo o devenirlo. Pero considero que siempre estarán las mismas arenas, esperando a ser transitadas por una nueva pisada y deseosas de yacer en la espuma.
Monsieur Magnifique

miércoles, 5 de enero de 2011

2011

To be or not to be – that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer

The slings and arrows of outrageous fortune,

Or to take arms against a sea of troubles

And, by opposing, end them. To live, to breathe

William Shakespeare -Hamlet (Adaptación)



Se avecina un nuevo ciclo.

Se siente la dulce brisa de cambios.
Se huele el aroma a lo desconocido.
Se admira las añoranzas del pasado.
Se despide del capullo colgante.
Se echa una mirada al brillo.
Se da una caricia duradera al sueño.
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