Continúo sentado, tieso y estático, atravesando de a ratos las cortinas con mi mirar. Veo a las nubes llegando y al firmamento tornándose grisáceo. No quiero ver llover. Temo, comienzo a temblar hasta súbitamente precipitarme. ¿Precipitar? No lo deseo, le temo, le temo. La simple fantasía de imaginar las gotas rozar el sustrato acelera mi palpitar, hasta pronto hacerlo detener. No quiero ver llover, ni mucho menos sentirlo. No quiero sentir la lluvia.
Monsieur Magnifique
4 comentarios:
El agua purifica... aunque, en ocasiones, también destruye. Pero, ¿qué cosa en exceso no lo hace? Me quedo pensando en quien habrá hecho que le temas a la lluvia.
Besos desde la nube!
V
muy lindas tus palabras...particularmente amo la lluvia, me sirve muchisimo para inspirarme...pero al mismo tiempo puede traer demasiada tristeza, y una melancolia inevitable...
muy bueno tu escrito, t sigo leyendo, saludos!
¡Allá voy! ¡Jerónimooooooooo!
¡Soy una canica voladora! Nunca pensé desprenderme de mi nubeeeeeee. Eh? ¿Qué le pasa a mi cuerpo? Ya no soy redonda ¡Ahora soy una hamburguesa voladora cayendo a la Tierra! Ay, debo transformarme en paracaídas. 1,2,3….30, ya! Uf. Atención, me acerco al objetivo: El hermoso Jardín de Orfeo, donde todas mis hermanas se han concentrado. Ahora iniciemos el ritual del sueño: plop, plop, plop, caemos al ritmo del reloj. Plop, plop, plop, duerme Monsieur, no temas. Por ti cambio mi tamaño y absorbo las pequeñas gotas suspendidas en el tiempo. Duerme, Monsieur Magnifique, vuela en la niebla.
Dormiré en paz bajo el halo de tu confianza. ¿Será casualidad el habernos encontrado? ¿O causalidad?
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