miércoles, 20 de enero de 2010

La Musa Inspiradora

saben el significado del amor



Decía aquella profetiza que el amor mata las almas, que era el opio de los hombres, que era vengativo, sañudo y traicionero, que era una corriente de infamias y desilusiones. La retórica de la anciana sobre el “amor” era incesable, mas siempre profesó a los ciudadanos de Tebas que el amor era algo particular…

Fueron los destellos fébicos los que me indujeron a recorrer el ágora. Millones de mercaderes corriendo de un lado a otro, avecinándose por despojarse de sus artesanías. Carretas que resoplaban ventiscas tras su pasar ansiosas por hacer elevar los hábitos de las damas, feroces por arribar a destino sin espera. Lamentaba ir cada día, mas eran las moiras quienes me otorgaron el mando de artesano, aquel mester generacional que con tanta destreza podía realizar.
Si bien la dialéctica no era mi fuerte, era mi padre quien creaba los alabastrotes y los lutróforos y luego yo los pintaba. Aquellas pinturas irradiantes que creaban los músculos de Zeus, las doradas trenzas de Hera y las blanquecinas alas de Démeter eran una satisfacción. Estaba seguro de que había nacido para ello, era un artista ortodoxo. A posteriori, mi progenitor persuadía a ser comprados.
No obstante, no había tiempo por perder en la movida plazoleta. Las vasijas me pesaban. En mi mano derecha tenía dos pequeñas, mi brazo sostenía junto con mi cuello una más grande y acompañaban a mi brazo izquierdo que cargaba la de mayor tamaño. Las gotas que corrían por mi frente y el color rojo de mi semblante no eran excusa plena para que algún esclavo caminara más lento o alguna carretilla corriera más lejos de mis lecitos.
Fue el llanto de un bebé el que distrajo mi atención. Tenía hambre, como cualquier otro ciudadano de la empobrecida Tebas. Su madre apenas tenía algunas migajas de pan entre sus ropajes; algunos lo consideraría un tesoro divino, mas no eran suficientes para calmar los alaridos del niño. ¡Pobres de nosotros, ciudadanos obradores, devenir los infortunios de una ciudad tan próspera!
Sin embargo, al retornar mi vista a mi camino, una luz interrumpió el ágora y me encegueció. Fueron unos segundos luego cuando podía observar con cierta dificultad lo que había a mi alrededor. La ciudad se había tornado un extenso desierto de arenas albinas. Todas aquellas personas que apresuraban el paso de una esquina a otra se movían sumamente lentas y llenas de paz. El firmamento estaba despejado, esclarecido.
No podía comprender aún lo que sucedía, mas fue una dulce melodía la que me hizo sentir apaciguado. Unos suaves sonidos de flauta doble envolvían mi cuerpo, haciéndome liviano y despojándome del peso de las vasijas. Alcé la vista, y mi densa vista se aclaró en una figura esbelta y agraciada.
Era una silueta femenina bañada en perfección. Estaba danzando con suma clase, apoyando sus puntas de pie sobre pequeños copos de cúmulos rosados que giraban a su alrededor. Sus movimientos eran firmes pero delicados, el compás de la música acompañaba tenues giros que formaban un suave manto que se sujetaba a la cintura de la bailarina. Sus manos acariciaban los cielos, que ondulaban junto con sus brillantes hebras de cristal. Sus ojos eran dos lagunas profundas y azulinas, y estaban rodeados por su delicada piel de porcelana fina que embellecía todo su cuerpo.
[...]
Era un amor incesante, dudoso, obsesivo, poderoso; era amor. Intenté ponerme de pie para aproximarme a mi estimada, mas ella se alejaba. Me extrañé, pero nada me pudo entristecer. Estiré mis manos hacia ella, mas nunca perdía su gracia y su estilo, incluso para escapar de mí. Algo parecía ser familiar, conocía a esa mujer. Era la protagonista de mis sueños más preciados. [...]

Intenté hablarle, mas mi voz era opacada por la melodía que ella bailaba. No me importaba, yo era sumamente feliz apreciando su hermosura. La conocía, la sentía cerca de mí. Seguía danzando, sus piernas oleaban un destellante compás de ternura y su mirada me ahogaba en un mar de encantos y amor.
Recordé en un fugaz momento cuando mi padre me trajo una gran crátera para pintar. Tomé mis pinceles, y dibujé a un mancebo que yacía en las hierbas del verde prado en las afueras de la polis. Estaba apreciando a Terpsícore, la musa más preciosa de las nueve hermanas. Era el ama de la danza y de la lírica. Recuerdo haberla pintado con un violáceo vestido de seda fina, el cual al ser balanceado dominaba el corazón del joven mortal. La pintura tenía finos rasos blancos, índigos y azules. Era una obra maestra, una pieza de arte que me cautivó el corazón desde el momento en que la vi.
Ella era una obra de arte, controversial y cautivadora. Tenía clásicos trazos y texturas, la pieza más perfecta de toda la península. No me importaba ser ignorado, yo era feliz apreciándola bailar y jugar con los astros. Me sentía flotando, libre, despreocupado, enamorado.
En ese instante fue cuando detuvo su danzar. Permaneció pálida, estática. Se acercó a mí. Sus gélidas manos rozaron mis mejillas cálidas. Tan pronto como intenté acariciarla, se desplomó en cientos de polvos áureos. Fueron los vientos los encargados de llevarse a la bailarina más perfecta. Mi corazón se detuvo, y mis lágrimas comenzaron a florecer, precipitando por mi rostro hasta estallar en los suelos. Las blancas arenas se tornaron oscuras, y el firmamento se nubló. La noche abrumó la ciudad. Los mercaderes y los artesanos que pululaban las calles ya no estaban. Estaba yo, sólo yo, solo.

El bebé continuó gritando, necesitaba alimentarse. La antigua Tebas se había empobrecido, el esmero y el trabajo no era suficiente para vivir. Lejos, en el pináculo de una montaña, la profetiza desprestigiaba al amor, mas afirmaba que era la sensación más preciada por los seres humanos, y que el verdadero sentido del amor daría a los hombres la vida eterna.
En el centro del ágora, un artesano tropezó y golpeó su nuca con una gran vasija pintada. Ésta sólo se resquebrajo sobre la figura de un joven echado en los suelos, mas el hombre que la cargaba desangrado había muerto.


...por Monsieur Magnifique

(Adaptación para blogspot)

5 comentarios:

Dreamer dijo...

Es realmente precioso lo que escribiste...no sólo está muy bien redactado, y el ritmo de la historia te va a llevando a querer saber más, sino que describiste perfectamente los detalles de este amor...
muy buen escrito!!! de verdad, me re llegó!! seguí escribiendo que en verdad lo haces muy bien...^^

Mariano Magnifico dijo...

Gracias. Aprecio mucho tu comentario ya que escribí este cuento hace un tiempo con mucha mucha emoción. Gracias nuevamente, y te invito a seguir visitando el Jardín cuando gustes. :) Saludos.

Desde mi realidad dijo...

Primera vez que paso por este blog. Volveré para leer con más calma en cuanto tenga un tiempo libre :)

J. dijo...

es hermoso lo que escribis! y romantico, tambien, lo adoro! beso.

Sheila dijo...

Es precioso lo que has escrito. Te felicito.
Muchas gracias por tus comentarios en mi blog, me parecen todos muy oportunos y desde el alma.
Saludos.

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