miércoles, 9 de junio de 2010

Mundo de máscaras

Hoy me propongo escribir sin planes, sin escrúpulos, sin programación previa ni correcciones ultraístas. Propongo expresarme de una forma cruda como carnes de res que gotean tinta roja creciente. Catarsis. Indignación. Impulsividad. Sentimientos feroces que desgarran las pieles del alma.

Tengo el displacer de encontrarme en una realidad no tan real. Un neto mestizaje entre lo sensible e inteligible. Rodeado de muchas gentes, pues. No obstante, mis gustos no pueden seleccionar cuál de las máscaras es más bella. La verde veneno, la negra maldad o la colorada furia. Prosopón, dirían los griegos. ¿Bronca? Quizás. ¿Decepción? Probablemente.
Los códigos de fidelidad y las promesas han sido disueltas por el paso del tiempo. Las frases fueron arrastradas por los vientos y las acciones quedaron desnudas y a la intemperie. Ahora sólo vivo de recuerdos, meras imágenes de psiche, que me atan a un presente de rencor y mares en mis ojos. Océanos que revuelan de espuma desdeñosa y sales hirvientes.
Sólo eso, máscaras. Máscaras sonrientes, máscaras tristes, máscaras ausentes, máscaras extrañas y de descripción indefinida, entre otras.
¿Qué hay detrás de esas máscaras? ¡Qué importa! Deleitémosnos con éstas. Sus colores variados, sus detalles, sus cabellos, sus gesticulaciones. ¡Qué maravilla! ¡Qué bueno es el arte! Sin embargo, las mentiras blancas (más oscuras que el petróleo) fueron las que inconscientemente me hundieron en un pozo de ilusiones, de ideales del porvenir, de tautologías vacías y de vocablos sin existencia viva.
Apariencias que transmiten felicidad incontenible. Ahora: soledad, y un corazón que se esparce lentamente hasta quedar en la nada total. Quizá sea ese el destino de los hombres; al nacer, lo hacemos solos, y tarde o temprano volvemos a ese estado, para nacer de nuevo. No puedo mentir, y afirmo que fui feliz, feliz, feliz.


Fue así, que se esfumó. Ahora me encuentro ahogando mis penares en unas teclas y una pantalla. Cansado de expresar mi desdicha y mis infortunios. Añorando tiempos pretéritos, y con el alma esperanzada a un retorno del ayer.
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